Varios estudios biológicos demuestran que si metemos un sapo en un recipiente con la misma agua de su charca, permanece inmóvil mientras calentamos el líquido. El sapo no reacciona ante el aumento gradual de temperatura ni los cambios del ambiente; muere cuando el agua hierve, hinchado y feliz. Sin embargo, si metemos otro sapo en el recipiente con el agua ya hirviendo, salta inmediatamente fuera. Medio cocido, aunque vivo.
2 comentarios:
Wow, wow, wow.
No tenía idea de que eso pasa con los sapos...
Y la metáfora con la vida, puff.
Lograda, muy lograda.
Muchos saluditos niña.
=)
Solemos mal acostumbrarnos, acomodarnos en nuestro habitad esperando que nada pase, despreocupados soportamos hasta que es tarde que la realidad no nos queme, ni nos aplaste, ni nos expulse, ni nos mate, cuando en realidad ocurre todo lo contrario.
Los que son “sapo de otro poso” saben muy bien lo que sucede, en el proceso de acomodarse se dan cuenta que las cosas no funcionan bien, entonces se escapan lo más rápido que pueden.
Deberíamos no engañarnos tanto, no quedarnos tan tranquilos mientras alrededor nuestro ocurren cosas que van a terminar dañarnos. Tenemos que estar más despiertos, ser más sensibles.
Buenísimo como siempre tu entrada, me dejaste pensando mucho, cuantos sapos hay en el universo… cuantos mueren quedamos sin darse cuenta, mejor dicho, sin querer darse cuenta, hacer algo.
La rutina y lo cotidiano tiene esa capacidad de hipnotizarnos de hacernos perder sensibilidad.
Un beso grande y buena semana.
HologramaBlanco
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